Nueve kilos en nueve meses. Éste es el peso medio que los expertos aconsejan ganar a las embarazadas, aunque depende de cada caso. La principal preocupación de todas las gestantes, «es no coger más kilos de los necesarios». En su afán por lograrlo «pueden llegar a tener desequilibrios nutricionales que les pasarán factura a largo plazo».
El embarazo es una etapa vulnerable desde el punto de vista nutricional, porque las necesidades son más elevadas y difíciles de cubrir y los desequilibrios en la alimentación pueden tener repercusiones más graves que en otras etapas de la vida, porque afectan a la madre pero también al descendiente. Por eso, afirma esta experta, «no basta con que la embarazada coma más, sino que debe modificar su dieta, eligiendo aquellos alimentos más apropiados. Lo importante es buscar un consumo racional de todos los alimentos».
Durante un seminario sobre ‘Nutrición y cerebro’ celebrado en Altea, los especialistas congregados han insistido en que la alimentación de las gestantes condiciona el desarrollo y la función del cerebro de los bebés. Además, confirman que «la situación nutricional previa con la que se empieza el embarazo no suele ser la óptima».
Los nutrientes con más impacto sobre el desarrollo cognitivo del bebé durante la gestación son: proteínas, hierro, yodo, zinc, cobre, selenio, ácidos grasos (ALA, DHA y EPA), vitamina A y vitaminas del grupo B (B1, B6, B12, folatos). «Las deficiencias de estos nutrientes afectan al cerebro del feto, pero dependen del momento en el que aparezcan y de la gravedad de las mismas. El último trimestre de gestación es especialmente crítico», señala la especialista de la Complutense.
Por ejemplo, la deficiencia de ALA (un ácido graso) afecta a la agudeza visual y al rendimiento cognitivo de los niños; las deficiencias de vitaminas del grupo B provocan fatiga, nerviosismo, depresión e irritabilidad; y la carencia de proteínas se relaciona con déficits globales y específicos de algunas áreas del cerebro, como el hipocampo o la corteza.
Los ácidos grasos tienen la clave
Entre los nutrientes esenciales para el desarrollo cerebral del bebé destaca el ácido docosahexanoico (DHA), un ácido graso Omega 3. A través de la placenta, la madre traslada al feto este ácido graso vital, «por lo que es muy importante que la embarazada consuma suficiente para no quedarse ella sin reservas», explica la experta en nutrición.
Algunos trabajos revelan que «los niños suplementados con DHA hasta los 17 meses tienen mejor agudeza visual a los cuatro años de vida y mejor capacidad cognitiva», Asimismo otros estudios han señalado que la carencia de DHA de la madre puede ser un importante condicionante de la depresión posparto.
«La educación nutricional de las embarazadas debe asegurar que toman suficiente cantidad de DHA», concluye Ortega. Sin embargo, la ingesta de éste y otros ácidos Omega 3 son insuficientes en Europa.
«El consumo de pescado azul, que es uno de los alimentos que contiene Omega 3 de forma natural, se ha reducido en las embarazadas, principalmente por el miedo al mercurio». Otros productos que contienen DHA son los aceites de algas y de hongos, las vísceras y carnes, el huevo y la leche materna. La relación entre la alimentación y el desarrollo cognitivo del niño es muy importante, ya que al nacer el peso del cerebro es el 70% del de un adulto y a los cinco o seis años ya se ha completado el crecimiento cerebral. Lo que se pierda en esta etapa será irrecuperable luego.