los psicólogos de la clínica lopez iibor analizan las alertas del amor distorsionado e indican cuándo es nocivo para la salud.
Una de las definiciones de la RAE sobre el amor es:
“Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”.
Podemos encuadrar esta definición que comprende el amor romántico como una necesidad. Si vemos el amor desde esta perspectiva, lo podemos vivenciar desde la dependencia emocional hacia el otro. Es decir, necesito a otra persona para lograr mi bienestar viceversa.
¿Qué tipos de amor hay y cómo identificarlos?
Los psicólogos de la Clínica López Ibor, Pablo Neira y Beatriz Mora, nos lo cuentan:
Amor dependiente
El mito de la media naranja, uno de los mitos del amor romántico, que nos dice y hace creer que si no hay una persona a nuestro lado no estamos completos y nos falta algo, puede ser un buen ejemplo.
Algo que a priori, parece muy bonito y entrañable, puede resultar patológico a largo plazo ya que podemos tender a atribuir nuestro bienestar o malestar a nuestra pareja y percibirnos a nosotros mismos a la deriva, presos de lo que un tercero diga o haga.
“No soy nadie sin…”, “mi vida es un horror porque mi pareja…”, “ya no merece nada la pena porque no está él/ella”.
Amor protector
Por otro lado, también podemos vernos como los abanderados o protectores de nuestra pareja. Si esto ocurre, nos veremos responsables del malestar de mi pareja, generando sentimientos de culpa e hiper-responsabilidad hacia ella.
“Por mi culpa está llorando y no es feliz”, “no le/la puedo hacer feliz”, “no sé cómo hacer que no sufra, soy un novio/novia pésima.
Amor idílico
Siguiendo en esta línea de distorsión del amor, distorsionamos el concepto de amor romántico pensando que siempre sentiremos esta emoción de la misma manera hacia la persona querida, independientemente del tiempo que pase o las circunstancias que ocurran en mi vida.
Esto es imposible ya que, los primeros momentos de una relación sentimental suelen ir motivados por sensaciones y emociones muy intensas y agradables. De hecho, el amor en sus primeros momentos genera cambios fisiológicos en nuestro organismo que afectan directamente a los centros del placer de nuestro cerebro.
Amor adicto
Siguiendo con las sensaciones y sentimientos del amor idílico, además de ello, a nivel bioquímico, los seres humanos nos enamoramos cuando percibimos reciprocidad en una persona a la que atribuimos características psicológicas, sociales y físicas que nos resultan atractivas. Esta interpretación automática, pasa al sistema endocrino secretando una serie de hormonas como la dopamina, que está íntimamente relacionada con la activación de los centros del placer del cerebro.
Estas reacciones son similares a las que se producen al consumir algunas drogas de abuso o conductas adictivas. Esta reacción, produce una serie de sensaciones y emociones intensas en nuestro cerebro e imposibles de mantener a largo plazo, por lo que, si entendemos el amor como estas sensaciones, lo estamos entendiendo como una reacción química, abrupta y fugaz, lo que se contrapone al concepto de pareja.
Amor fugaz
Pueden ser comunes, patrones de conducta hacia las relaciones sentimentales desde la búsqueda de la sensación indicada anteriormente. Parejas que se inician de forma rápida e intensa y que terminan unos meses después para posteriormente buscar de nuevo otra relación y encontrar de nuevo esa sensación.
Como indica el psicólogo Pablo Neira
“Por lo tanto, el concepto de amor podría ir más allá. Intentando esquivar los mitos hacia relaciones de dependencia emocional y las pretensiones desajustadas a largo plazo. El amor podría entenderse como un sentimiento que se basa en la construcción y mantenimiento de un vínculo, basado en el apego a otra persona que aporta una serie de beneficios a nivel emocional, social y personal, y con quien se decide estar, no por necesidad o porque de él o ella dependa la propia felicidad y el bienestar. Lo que nos acerca más a la segunda acepción propuesta por la RAE, que describe el amor como: Un sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear”. Concluye.
Y por ultimo la psicóloga Beatriz Mora indica que
“El mito del amor romántico nos ha hecho creer que estar soltero/a equivale a estar solo/a, y eso no es verdad. Por tanto, el amor como complemento sin obligado cumplimiento a esa reciprocidad nos va incrementar el bienestar, pero no significa que si estamos sin pareja no podamos ser felices y sentirnos llenos. Si no entendemos bien esto podemos encontrarnos con personas que pueden llegar a sufrir ansiedad o depresión por no tener pareja. El tener una interacción sana con las personas que nos rodean ya sean nuestra pareja, amigos o familia es lo que verdaderamente nos va a hacer sentirnos felices, pero porque partimos de la premisa que para poder querer a alguien primero nos tenemos que querer a nosotros mismos y aprender a cuidarnos para después dejarnos querer y compartir con todo lo que nos rodea.”