El apio silvestre, hortaliza muy conocida y cultivada por egipcios, griegos y romanos, es el precursor del apio que actualmente conocemos. En un principio fue considerada únicamente como una planta aromática y medicinal, sin valor culinario. Hipócrates, médico griego del siglo V a.C., elogió el apio como gran diurético.
El apio silvestre crece de forma natural, tiene los tallos de color verdoso y un sabor amargo bastante pronunciado. Si procede de cultivo, suelen blanquearse durante las últimas etapas de crecimiento. Para ello se cubre la planta de modo que sólo las hojas reciban luz. Este tratamiento elimina el color verde y el sabor amargo, pero también parte de las vitaminas. Su apariencia externa se asemeja al perejil liso y sus hojas tienen un sabor muy intenso, por lo que se suelen emplear desecadas para condimentar sopas, purés y cremas.
El componente mayoritario es el agua, por lo que se trata de una hortaliza de escaso valor calórico. Los nutrientes que nos brinda son diversos minerales como el sodio (es la hortaliza que posee mayor cantidad de sodio), potasio y calcio (de absorción deficiente), y vitaminas como betacarotenos (provitamina A), vitamina C y folatos. Sin embargo, la mayoría de propiedades terapéuticas que se atribuyen al apio se deben al aceite esencial que le confiere el olor característico.
Potente diurético
Es una hortaliza popularmente conocida por su propiedad de aumentar la diuresis, gracias al aceite esencial que contiene, que ejerce un efecto dilatador sobre los vasos renales, y favorece de esta manera eliminación de agua y de sustancias tóxicas por la orina. Por ello, resulta eficaz contra afecciones articulares, como hiperuricemia, gota o diversos reumatismos y problemas de retención de líquidos.
Sin embargo, si se abusa de su consumo crudo puede resultar bastante indigesto. La cocción reblandece la celulosa, un tipo de fibra que contiene, y la hace más asimilable por el organismo.
Las pencas tiernas y crujientes de apio pueden consumirse crudas, solas o en ensaladas junto a otros ingredientes, tras eliminar con un cuchillo los hilos. También se pueden consumir fritas, cocidas o rellenas, y con frecuencia acompañadas de algún tipo de salsa. Tallos, hojas y semillas se suelen añadir en sopas y estofados como condimento. Otra manera de tomar apio es elaborar un jugo fresco a partir de tallos y hojas.
El fruto desecado del apio se emplea como condimento con el nombre de semilla de apio; también se muele y se mezcla con sal para preparar la sal de apio, y en ocasiones se combina con ajo desecado.
Vía: www.consumer.es