Muchos niños de edad escolar y algunos adolescentes continúan mojando la cama durante las noches, porque son incapaces de controlar la emisión de orina mientras duermen, este trastorno se denomina enuresis nocturna. Esto que parece un problema leve, altera la calidad de vida y, en ocasiones, disminuye el nivel de autoestima repercutiendo en la relación con otros niños, en el rendimiento escolar y en el desarrollo psicológico.
La enuresis nocturna es más frecuente en los niños que en las niñas. Se desconoce con exactitud las causas por las que estos niños no controlan la orina durante la noche, seguramente influye la producción excesiva de orina durante el sueño, la capacidad menor de la vejiga o la dificultad para despertar cuando esta está llena.
En condiciones normales durante la noche se produce menos cantidad de orina y en consecuencia disminuye la necesidad de vaciar la vejiga; esto sucede también cuando la ingesta de líquidos es escasa, por el contrario, cuando se bebe gran cantidad de agua aumenta la producción de orina porque la cantidad de esta permite mantener el agua del cuerpo de una manera estable. Esto que es imprescindible para la salud, evita tanto la deshidratación como el acúmulo de agua o edemas, gracias sobre todo a una hormona segregada en la cabeza llamada hormona antidiurética.
Los niños con enuresis nocturna son incapaces de segregar suficiente cantidad de esta hormona durante la noche por lo que uno de los tratamientos empleados es la administración al acostarse de un sustituto de esta hormona al acostarse.
Existe, sin duda, una predisposición familiar porque con mucha frecuencia alguno de los padres o un familiar cercano cuando eran jóvenes tenían también el mismo problema. En el futuro probablemente podrá conocerse qué alteración genética condiciona la enuresis nocturna; también están más predispuestos los niños con déficit de atención e hiperactividad, aunque se desconoce por qué están asociados ambos trastornos.
En la actualidad existen herramientas para ayudar a estos niños y a sus familias. Aunque este trastorno tiende a remitir con el crecimiento, cada nuevo año, algún niño enurético se cura, pero en otros persiste, llegando la curación cuando su autoestima y nivel de confianza está ya claramente afectada. Por ello estos niños tienen que ser ayudados para convertirlos en niños con las mismas posibilidades de compartir espacios, experiencias y calidad de vida que los niños de su misma edad, que pueden disfrutar de compartir campamentos de verano, estancias nocturnas con otros niños.
Existen dos tratamientos que han demostrado ser eficaces: uno conductual, otro farmacológico. El primero se basa en modificar la respuesta del estímulo, entrenando la capacidad de despertar cuando se inicie la micción, al salir las primeras gotas de orina, suena una alarma acústica o táctil, que despierta al niño, evitando así mojar la cama. Éste, siendo el más eficaz, a veces falla porque la alarma no despierta al niño, pero si a sus padres, en cuyo caso se utiliza solo o asociado con la alarma, el tratamiento farmacológico, que consiste en la administración de un medicamento llamado desmopresina, un sustituto de la hormona antidiurética. Su acción consiste en disminuir considerablemente la producción de orina durante las horas siguientes a su administración, esto es durante la noche, porque se toma al acostarse.
En España y en la mayoría de los países las alarmas, llamadas ‘pipi stop’, no están financiadas por el sistema público de salud, pero algunos médicos y centros sanitarios disponen de un pool de reserva que prestan a los niños afectados.
Además, estos niños deben ser soportados afectivamente con el apoyo de sus padres y hermanos, esto es fundamental para evitar el sufrimiento y las secuelas psicológicas. Debe consultarse cuando el niño continúa mojando la cama, independientemente de que existan antecedentes familiares o no.
Como la enuresis es involuntaria, nunca se les debe responsabilizar ni culpar porque mojan la cama, al contrario se les debe transmitir que ellos no son responsables, pronto desaparecerá como sucedió en su padre, madre o familiar cercano, que también lo padecía.