Cuando los niños están en la época de la lactancia, suelen llevarse a la boca todo lo que tienen por delante, puesto que se trata de un reflejo de succión debido al tipo de alimentación que se les da durante ese periodo de su vida. Por este motivo, el chupete se convierte en un compañero inseparable que les ayuda a tranquilizarse, a conciliar el sueño o a controlar el llanto.
Sin embargo, no todo son ventajas ya que, en ocasiones, deforma el paladar, produce mal oclusión dentaria, es vehículo de virus y bacterias y puede crear una dependencia a la hora de relajarse e iniciar el sueño. Por todo ello, es fundamental controlar su uso y evitar que se vuelva imprescindible en la vida del bebé.
Aún así, siempre es preferible que los niños recurran al chupete antes que a chuparse el dedo, ya que el hábito de succión en este último caso es más duradero y de forma mucho más la parte anterior del paladar.