Miedo, agorafobia, fobia social… según la psicóloga Pilar Conde, nos enfrentamos, a un incremento de diagnósticos.
Así de tajante se muestra la psicóloga ante los efectos que la covid19 dejará en nuestra salud mental. Es la de la directora técnica de Clínicas Origen una de las voces que se suman a las peticiones de la OMS y otras instituciones y colegios profesionales, que vienen advirtiendo de que el aumento de la demanda de ayuda psicológica es el comienzo de lo que está por venir a nivel emocional.
Según Conde, en la actualidad, los síntomas clínicos relacionados con la situación de alarma sanitaria se identifican con ánimo decaído, estados ansiosos, miedo, hipocondría y problemas de sueño. Pueden o no formar parte de un cuadro que se denomina fatiga pandémica y que es susceptible de agudizarse una vez que el riesgo de muerte por el virus desaparezca.
El motivo fundamental, el estrés postraumático, causante de estados nerviosos alterados en personas que han vivido una experiencia inesperada y que les ha podido conmocionar. Otro aspecto que se dejará ver en las próximas semanas y meses serán los efectos del estrés mantenido en el tiempo. Se pueden entonces, en palabras de la psicóloga
“incrementar los síntomas descritos, aparecer cuadros clínicos en personas que hasta el momento no los habían sufrido o en aquellas otras que antes de la pandemia tenían problemas de ansiedad relacionadas con el entorno social”.
Son cuadros psicológicos relacionados con el regreso a la “antigua normalidad” y que tienen que ver con la forma en que nos relacionaremos cuando el virus haya dejado de ser el protagonista de nuestras vidas.
Volver a salir, a tocar y ser tocado por los demás, dejar la mascarilla a un lado cuando aun se tiene miedo o se ha tenido puede traducirse en los siguientes problemas:
- Agorafobia: personas que presenten ansiedad a la hora de salir y transitar por lugares concurridos, como plazas, parques, bares, restaurantes.
- Fobia social: el miedo al contacto y a la interacción social puede desencadenar episodios de ansiedad cuando la persona se encuentre en grupos, o incluso, cuando protagonice pequeñas interacciones.
- Dificultades en las interacciones sociales: aumento de los niveles de malestar en las personas a las que previamente les costase relacionarse. Ese esfuerzo se puede ver incrementado tras el periodo de confinamiento y distancia social.
- Miedo: sencillamente miedo, al contagio, a que vuelve a suceder. El miedo puede derivar en dificultad en la adaptación a la nueva normalidad y a mantener medidas que en ese momento ya no sean necesarias, reforzando así el temor al contagio.
Más problemas psicológicos y/o de adaptación pueden tener aquellas personas que han pasado la enfermedad y que se han visto obligadas a permanecer semanas e incluso meses en el hospital. En este caso, se hace imprescindible trabajar con profesionales de la salud mental para prevenir y tratar la aparición del antes mencionado estrés postraumático y facilitarle la reincorporación a la vida social.
La preocupación, destaca la psicóloga, no es excesiva. Existe un riesgo real, incrementado por otros problemas de carácter práctico, como la crisis de la economía o las secuelas físicas que el covid haya podido dejar a algunas personas. Es un panorama de incertidumbre que se abre en un horizonte cercano y ante el que debemos prepararnos. Para Conde, la clave para solucionar los problemas sociales y de miedo será:
“trabajar sobre la ansiedad, sobre cómo funciona y se mantiene con el fin de trabajar nuestros pensamientos, flexibilizar aquellas creencias que nos tienen paralizados o atemorizados para, al final, ir poco a poco enfrentándonos a lo que tememos. Se hará de manera progresiva y cómoda para la persona”.
En el otro lado, desde Origen se quiere destacar también algunos aspectos positivos que nos ha dejado la pandemia y que van desde una mayor tolerancia a la frustración hasta una visión más amplia del bien colectivo, pasando por una mayor flexibilidad a la hora de tomar decisiones.