Un estudio revela que el volumen, la cantidad y la movilidad de estas células masculinas son en los españoles de las más deficientes del continente, pero también las más efectivas a la hora de fecundar.
Parece contradictorio, pero el semen español, aunque suspende en calidad, se lleva un sobresaliente en efectividad a la hora de fecundar.
Los europeos no le ganan ni en puntería ni en potencial. Al menos, así lo asegura un estudio realizado por el Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI), «Differences of seminal quality and reproductive output among patients from different European countries undergoing an oocyte donation programme».
Los novenos
Ocupamos la novena posición del ranking en cuanto a volumen, y la décima respecto a la movilidad de los espermatozoides y a su concentración (cantidad). De hecho, en este último sólo están por debajo Bélgica y Turquía. Por el contrario, los suecos y los noruegos son los más dotados ya que obtienen los mejores resultados en concentración y movilidad, e Irlanda y Alemania son los primeros en volumen de espermatozoides por eyaculación.
En la investigación participaron cerca de 12.000 parejas que se sometieron a un proceso de fecundación in vitro (FIV). El resultado: el 40 por ciento de las parejas españolas que hicieron este tratamiento lograron el embarazo en el primer intento, mientras que apenas el 25 por ciento de los suecos, por ejemplo, lo alcanzaron, pese a la buena calidad de su semen.
Alberto Pacheco, jefe de Andrología del IVI de Madrid, afirma que «el seminograma, la prueba que se suele realizar para el diagnóstico de fertilidad del varón, no siempre refleja con exactitud el estado funcional del semen. Puede haber alteraciones funcionales o de material genético en los espermatozoides que no se perciben. Además, poco a poco la calidad se ve mermada, no sólo en los mayores, sino también en los jóvenes, lo que hace pensar en los hábitos de vida y alimentación, entre otros, como posibles responsables».
Hábitos y «cola» larga
Por su parte, Elena Sallés, directora de IVI de Alicante y autora del estudio, corrobora las afirmaciones de Pacheco y asegura que no sólo es importante la capacidad fisiológica para fecundar; ahí tiene mucho que decir la forma de vida de cada país, sus hábitos alimentarios, su mayor o menor exposición a ambientes tóxicos, el consumo de alcohol, tabaco o drogas y, sobre todo, el nivel de estrés, que puede influir en el núcleo del espermatozoide.
Puestos a desvelar las interrogantes que guarda la «contribución» del hombre para propagar la estirpe, científicos de la Universidad de Sheffield, en Reino Unido, han desvelado que los espermatozoides que poseen una cola larga no cuentan con la garantía de ser los primeros en llegar a meta en la carrera hacia el óvulo. En definitiva, no tienen por qué ser los más veloces. El trabajo fue publicado en la revista «BMC Evolutionary Biology», y en él, el director del estudio, Stuart Humphires, considera que el objetivo de la evolución se encuentra en las longitudes relativas de las partes del espermatozoide frente a su longitud total.
Es lo que tienen las proporciones. Aunque una cola más larga permite al espermatozoide generar un impulso mayor al nadar, sin embargo, la resistencia creada por la cabeza del mismo suele tener también un tamaño considerable que contrarresta cualquier incremento de velocidad.
Los científicos ingleses sugieren a su vez que, independientemente de si se tiene en cuenta el largo de la cola, el de la cabeza o el tamaño total, cualquier intento de asociar una medida única de longitud a la velocidad es probablemente inútil, ya que hay que tener en cuenta la resistencia y el impulso del mismo.