Esta vitamina previene el raquitismo y otras anomalías óseas en los recién nacidos y en los niños pequeños.
En el primer año de vida el crecimiento y desarrollo que experimentan los bebés son muy importantes. Independientemente de que se les alimente con leche materna o con fórmulas infantiles, el aporte de vitamina D es en general insuficiente para cubrir sus necesidades. Este es el motivo por el cual se recurre a un suplemento de vitamina D por vía oral.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los bebés son un grupo de riesgo por déficit de vitamina D, especialmente si han nacido en otoño y en latitudes extremas, porque pasan los primeros seis meses de su vida prácticamente dentro de casa. Además, le leche materna es pobre en vitamina D. Aunque los bebés han absorbido en el útero la vitamina D que necesitan, pueden darse casos esporádicos de déficit de esta vitamina.
Nutriente esencial
La vitamina D es uno de los nutrientes esenciales para el adecuado crecimiento y desarrollo infantil. Este nutriente, también considerado una hormona, favorece la incorporación al organismo del calcio y del fósforo, dos minerales que forman parte de nuestra masa ósea y dental.
Los suplementos, por lo general en una solución líquida en forma de gotas, deben ser prescritos por el pediatra.
Además de encontrarse la vitamina D en los alimentos, nuestro organismo es capaz de producirla mediante la exposición a los rayos solares. Pero ésta no es una fuente alternativa para los bebés durante sus primeros meses de vida. En verano, al tener la piel tan sensible y delicada, se les protege continuamente con sombrillas, gorros y cremas para prevenir quemaduras y otras afecciones. En invierno, los bebés van cubiertos de ropa que impide que los rayos de sol lleguen a la piel, por lo que su organismo no puede fabricar la vitamina.
Según diferentes instituciones de salud y sociedades científicas, los bebés necesitan entre 200 y 400 UI (unidades internacionales) de vitamina D por día. Los niños de pecho requieren a diario el suplemento de vitamina D desde el nacimiento y hasta que empiecen a tomar cada día al menos medio litro de leche enriquecida en la vitamina. Los bebés que se alimenten de leche de fórmula también necesitan el suplemento, si bien la cantidad puede depender del contenido en dicha vitamina de la leche infantil. Los suplementos, por lo general en una solución líquida en forma de gotas, deben ser prescritos por el pediatra.
Más riesgo en invierno
Esta necesidad de suplementación se ha comprobado en diversas investigaciones. Una de ellas, dirigida por Ziegler, de la Universidad de Iowa, en EE.UU., y publicada en la revista «Pediatrics», analizó muestras de sangre de 84 bebés de nueve meses. A 49 de los bebés se les suministraba vitamina D, ya fuera a través de la leche de fórmula o en forma de suplementos, y 35 eran alimentados con leche materna y no recibían ningún suplemento.
Se diagnosticó que ocho de los bebés tenían déficit de vitamina D al presentar niveles del metabolito activo de la vitamina D (25-hidroxivitamina D) en la sangre por debajo de 11 nanogramos por milímetro. Dos de esos bebés sufrían un déficit severo, con niveles inferiores a 5 nanogramos por milímetro. El equipo de investigadores constató que la falta de vitamina D era mayor durante el invierno (el 37%) que en verano (2%) y más frecuente en bebés con piel oscura (43%) que clara (6%).
Déficit de vitamina D y raquitismo
El déficit de vitamina D se asocia a anomalías de los huesos como el raquitismo y la menor capacidad del organismo para absorber el calcio. En el inicio de esta enfermedad se aprecian síntomas como sudores nocturnos (en especial en la cabeza), dificultad para dormir y nerviosismo, estreñimiento e hinchazón del abdomen, musculatura debilitada (esto se asocia a mayor dificultad a la hora de sentarse y caminar con respecto a otros bebés), aumento del tamaño de los ganglios del cuello y mayor riesgo de afecciones respiratorias, además de anemia.
Si la enfermedad avanza se producen deformidades en los huesos que pueden afectar a cabeza, tórax, muñecas, tobillos, huesos de las extremidades inferiores y pelvis. Por tanto, la prevención mediante el aporte de suplementos es la mejor herramienta para impedir la aparición y desarrollo de esta enfermedad.
mi hija no me crece