La rubéola es una infección contagiosa que incide sobre todo en niños y adultos jóvenes; se manifiesta con fiebre, flujo nasal, dolor de cabeza y pequeñas ronchas que aparecen en todo el cuerpo, y aunque no genera mayor daño es de cuidado cuando ataca a la mujer embarazada, ya que puede generar malformaciones congénitas en su bebé.

La rubéola es una enfermedad moderada y de corta duración, y cuyo responsable es un virus que se transmite con facilidad; no se considera grave, ya que el sistema inmunológico (anticuerpos del organismo que atacan a los gérmenes invasores) es capaz de eliminarlo definitivamente, y las molestias que ocasiona disminuyen con el uso de analgésicos.

Sin embargo, el mayor problema de la rubéola es que el agente infeccioso que la causa se encuentra clasificado entre los virus teratogénicos, es decir, aquellos microorganismos que al alojarse en una mujer embarazada pueden alterar el desarrollo fetal y dar lugar a malformaciones antes de nacer, tales como cataratas, sordera, defectos en el corazón y retraso mental.

Por ello, lo mejor que se puede hacer ante esta indeseable enfermedad es extremar cuidados y tomar las medidas preventivas pertinentes, que consisten principalmente en una vacuna, misma que ha permitido desde las últimas tres décadas del siglo XX una disminución en el número de casos en todo el mundo, si bien todavía persisten lugares con alta incidencia.

¿Granitos y flujo nasal?

La rubéola es conocida desde antaño, tanto así que también se le llama sarampión alemán debido a que las primeras investigaciones modernas que se realizaron sobre el padecimiento las llevaron a cabo científicos germanos en los siglos XVIII y XIX. Pese a ello, fue hasta 1962 cuando se aisló al agente causante: un virus con forma semejante a una esfera.

La infección ocasionada por el virus de la rubéola ataca principalmente a niños de 6 a 12 años de edad, generándoles molestias leves, aunque también se presenta en adultos, en quienes se manifiesta de manera más severa; se transmite de persona a persona o a través de flujo nasal y estornudos, y su período de incubación, es decir, aquel comprendido entre el momento del contagio y la manifestación de síntomas, es de 2 a 3 semanas.

Aunque cada individuo puede experimentar malestares distintos, los síntomas más comunes de la rubéola son:

  • Erupción en la piel (exantema). Usualmente, los granitos aparecen al principio en la cara y se extienden al tronco y extremidades, aproximadamente en tres días. Son de color rosa, pequeños y no generan comezón.
  • Inflamación en los ganglios linfáticos (conductos empleados por el sistema inmunológico del organismo para multiplicar anticuerpos y defensas), principalmente los del cuello, aunque también llega a haber hinchazón en axilas e ingles.
  • Dolor de cabeza y músculos.
  • Fiebre moderada y cansancio.
  • Malestar e irritación en la garganta.
  • Flujo nasal y, ocasionalmente, estornudos.

Los especialistas indican que la persona con rubéola puede contagiar a otros no sólo mientras se manifiesta la enfermedad, sino hasta 5 o 6 días antes y después de presentar los síntomas.

Debido a que los antibióticos no tienen acción sobre el virus de la rubéola y a que el organismo es capaz de controlar su avance, el tratamiento se limita al uso de analgésicos para controlar los síntomas. Una vez que la enfermedad se alivia, el individuo se vuelve resistente a la infección de por vida.

Se considera que, a nivel mundial, 20% de los adultos no ha sido afectado por el virus de la rubéola, y dentro de éste sector de la población se encuentra considerable número de mujeres en edad fértil, mismas que representan el grupo que más preocupa a los servicios de salud debido al riesgo que corren de adquirir la enfermedad y contagiar a su bebé.

Embarazo en riesgo

A fin de diferenciar cada caso, los médicos dividen esta enfermedad en dos categorías de acuerdo a su forma de contagio y gravedad: la rubéola adquirida o postnatal, que como ya hemos descrito es benigna, y la rubéola congénita, que adquiere el niño en el interior del vientre de su madre y que puede acabar con el embarazo o generar malformaciones en el bebé.

El mayor riesgo para que el feto se contagie ocurre durante los primeros tres meses de vida (incluso puede presentarse aborto espontáneo) y se sabe que la posibilidad de sufrir malformaciones disminuye conforme avanza la gestación, de modo que cuando el contagio sucede durante el segundo trimestre, las anomalías físicas se manifiestan en 15% a 25% de los casos, en tanto que cuando la rubéola ataca en la parte final del embarazo, se presentan en 1% a 2% de los recién nacidos.

Las malformaciones más frecuentes a causa de esta infección viral, conocidas en conjunto como síndrome de rubéola congénita (SRC), son las siguientes:

  • Sordera o bajo nivel auditivo.
  • Anomalías visuales como cataratas, daño en las retinas y alta presión arterial al interior del globo ocular (glaucoma).
  • Formación anormal del corazón y vías sanguíneas.

Otros problemas comunes son:

  • Alteraciones en la formación del tejido pulmonar, mismas que generan padecimientos respiratorios.
  • Desarrollo insuficiente del cerebro (microcefalia) y formación de depósitos de calcio en dicho órgano.
  • Retraso mental.
  • Formación deficiente de huesos y articulaciones.
  • Disminución de plaquetas en sangre, lo que a su vez genera anemia.
  • Crecimiento de vísceras como hígado y bazo.
  • Dificultad para que los testículos desciendan al escroto.

Por ello, toda mujer embarazada que dude sobre su inmunidad a esta enfermedad debe acudir al ginecólogo en cuanto manifieste los síntomas típicos de la rubéola o haya convivido con algún niño o persona adulta que pudiera presentar dicho padecimiento.

Atención

El diagnóstico de la rubéola adquirida puede efectuarse a través del historial médico, algunas preguntas sencillas (en el caso de los niños ayuda mucho saber si algunos de sus compañeros de escuela se encuentran contagiados) y la observación directa de las lesiones por parte del especialista, casi siempre un pediatra o un médico general. Ocasionalmente se llegan a requerir exámenes, como cultivo de garganta y análisis de sangre.

Ya que no requiere medicamentos, el tratamiento se restringe a aminorar los síntomas mediante fármacos que eliminan fiebre y dolor, aunque también se recomienda reposo y, ante todo, aislar al pequeño de otras personas, principalmente de mujeres embarazadas.

En algunas ocasiones la rubéola puede confundirse con otras enfermedades, como ciertas formas de sarampión o infecciones generadas por microorganismos, como enterovirus, adenovirus y parvovirus B 19, por lo que se sugiere que, además de llevar a cabo las medidas aconsejadas por el médico, los padres o familiares estén atentos a la evolución del padecimiento y reportar cualquier alteración al especialista.

En el caso de la rubéola congénita se recurre a dos o más pruebas de sangre (diagnóstico serológico) realizadas con intervalos de 15 días, en las que se localizan a los anticuerpos encargados de combatir al microorganismo infeccioso; también existen análisis de laboratorio que sirven para aislar directamente al virus, pero se trata de estudios muy costosos, los cuales no son rutinarios.

Hay que decir que desafortunadamente no hay un tratamiento específico para la rubéola congénita, y que entre los cuidados que debe recibir el recién nacido destacan las medidas apropiadas para atender las malformaciones a órganos o sistemas afectados, consultando al pediatra o los médicos correspondientes (cardiólogo, neurólogo, oftalmólogo).

El futuro para los niños con síndrome de rubéola congénita depende de cada caso, es decir, del nivel de afectación y de los signos y síntomas presentes. Por ejemplo, la experiencia demuestra que algunos problemas del corazón se pueden corregir (a través de cirugía), pero los daños al sistema nervioso generalmente no tienen solución.

La mejor medida para combatir la rubéola es, en definitiva, la prevención a través de una vacuna. Este importante recurso fue desarrollado a finales del decenio 1960-70, con el objetivo de impedir que se repitieran los tristes sucesos generados por severa epidemia en Europa y Estados Unidos entre 1962 y 1964, la cual generó elevado número de abortos espontáneos y terapéuticos, así como de alumbramientos de niños con síndrome de rubéola congénita.

En México, por ejemplo, la vacuna contra la rubéola se incluye en la Cartilla Nacional de Vacunación bajo el nombre triple viral (también proporciona inmunidad contra sarampión y paperas), y otorga buena protección, ya que a través de estudios realizados en todo el mundo ha demostrado una eficacia de 94% a 97%.

Aunque se trata de una medida preventiva muy segura, la vacuna puede generar algunas reacciones secundarias, tales como aparición de algunos granitos, inflamación en cuello, dolor, irritabilidad e insomnio, las cuales deben ser reportadas de inmediato al pediatra para evaluar la gravedad, si bien ésta es casi siempre mínima.

Asimismo, se aconseja que las mujeres que deseen embarazarse y no están seguras de tener inmunidad al virus de la rubéola, que pregunten a su ginecólogo sobre la conveniencia de recibir la vacuna (cuando menos un mes antes de iniciar la gestación) y no correr riesgos.

Finalmente, recomendamos seguir de manera puntual la administración de la vacuna contra la rubéola en los niños, ya que además de aplicarse a los 12 meses necesita una segunda dosis a los 6 años, a fin de garantizar la protección adecuada contra el virus. Sea constante y no deje a la mitad tan importante recurso preventivo.