Desde pequeños nos hemos acostumbrado a vivir a través de la vista en detrimento de los demás sentidos, anulando nuestros ojos el resto de las sensaciones y sobretodo la piel se activan.
Los enamorados miran hacia su interior para percibir con mayor intensidad sus emociones, pero no sólo los enamorados, los amantes que quieren disfrutar de nuevas experiencias pueden vivir la plenitud de los demás sentidos vendándose los ojos.
Lo primero que se activa es el sentido del tacto, la piel y los rasgos del amante aparecen de una forma radicalmente diferente. Pero el que está recibiendo la caricia también puede verificar que si anula su visión la caricia se convierte en algo deliciosamente «egoísta».
La falta de visión nos impide ponernos en el lugar del otro y nos deja ‘a solas’ con nuestro propio cuerpo.
Con los ojos cerrados explora el cuerpo de tu pareja, palmo a palmo, conoce sólo con las manos su geografía, sus montes, sus colinas, sus valles húmedos y sus cuevas suaves y cálidas.
Puedes usar ligeros instrumentos de ‘tortura’ como plumas, los flecos de un mantoncillo, tiras de terciopelo, manoplas de seda… Alterna los toques con otros golpecillos un poco más enérgicos, para lo que puedes usar un cepillo. La pantorrilla es especialmente sensible a los arañazos lentos y suaves, las nalgas a los cepillos de bebé.
A tu chica rózala ligeramente el pezón con una textura áspera, a tu chico enróllale el pene con una tira de seda y desenróllalo suavemente. Pero no te olvides que hay también otros sentidos como el oído que puede estimularse con palabras o sonidos, tú deberás averiguar cuales son los que tu pareja prefiere, y sobretodo el olfato y el gusto alternar sabores dulces con salados o agrios o emplear el cuerpo de tu pareja como recipiente de tu postre favorito puede convertir una noche de amor más en el sueño de una noche de verano.